CZEŚĆ!

«El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado»

Los lectores de la serie de libros sobre las aventuras del joven mago Harry Potter, sin duda habrán reconocido en el título de la entrada de hoy una referencia al villano principal de la saga. Desde el primer capítulo, casi todos los personajes le temen tanto que prefieren referirse a él como «Quien-Tú-Sabes», el «Innombrable» o precisamente «El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado». En su increíble intuición, la autora de los libros se valió del fenómeno de la palabra tabú. Conocido en todas las culturas del mundo, consiste en evitar el nombre cuya expresión en el momento equivocado podría haber causado la aparición de un oponente peligroso. Lo podemos encontrar también, (¡cómo no!), en el polaco.

Niedźwiedź to nie miś. El oso no es un osito.

Hace tiempo, en las rutas turísticas de los montes Tatra aparecieron carteles, recordando a los turistas que “el oso no es un osito”. Uno no debe acercarse a él, tomarle fotos o alimentarlo. La palabra “miś” (osito) fue creada como eufemismo de la más amenazadora “niedźwiedź” (oso). El eufemismo que funcionó muy bien, puesto que, hoy en día, “miś” se emplea sobre todo para los inofensivos osos de peluche. También desde el punto de vista fonético, “miś” hace referencia a los, muy familiares, nombres masculinos Michał (Miguel) o Mieszko. (Incluso hoy, nos referimos a nuestros amigos llamados Michał con la forma cariñosa Misiek o Misiu).
A “miś” nadie le tiene miedo. Incluso al oído inexperto de un extranjero le resulta claro que “miś” puede ser de todo menos un depredador poderoso y amenazante.

Niedźwiedź”, sin embargo, es otra cosa distinta.

No obstante, resulta que la palabra “niedźwiedź” era en sí misma un reemplazo para un tabú anterior. Y muy popular. Su presencia se puede observar en otras lenguas eslavas: en checo “medvěd”, en ruso “miedwied’”, en croata “medvjed” y significa “el-que-come-miel”. Un dulce e inofensivo glotón.

Un proceso similar de reemplazar el antiguo nombre del oso por uno nuevo, en referencia a su característica neutral, también se ha llevado a cabo en otros idiomas*. ¿Pero cuál era el nombre protoeuropeo de nuestro glotón? Los etimólogos lo reconstruyen como /*r̥ḱso- /, /*r̥tḱos/ y le atribuyen el significado del “destructor”, “el-que-desgarra’.
¡Y éste es el concepto que merece la pena recordar la próxima vez que lo avistamos en nuestras excursiones por los Tatras!

 

*Por ejemplo, los pueblos germánicos le dieron un nombre que se refería al color de su pelaje: de ahí el “bear” inglés, el alemán “Bär”, el “bjørn” noruego (en el protoindoeuropeo: *bher — “marrón”).