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Aunque hoy no podemos imaginar la vida sin uno, los apellidos, como los entendemos ahora, no aparecieron en Polonia hasta el siglo XIX.

Durante muchos años, los eslavos que vivían en el área de la Polonia actual se las arreglaron usando solo sus nombres. Sin embargo cuando, en la Edad Media, el país comenzó a crecer, y sus habitantes cayeron inexorablemente en los modos de la burocracia incipiente, la identificación más precisa de una persona se convirtió en una necesidad. Se empezaron a añadir otros elementos marcando logros individuales, rasgos físicos o de carácter. Basta con mencionar a los primeros gobernantes polacos, como Boleslao el Bravo, Casimiro el Grande o Vladislao el Codito (llamado así debido a su escasa estatura). Estos apodos no fueron heredados, ni proporcionaron información sobre el parentesco. Sin embargo, se convirtieron en la primera fuente probable de apellidos modernos. Otra forma común de identificación era agregar a su propio nombre el nombre del padre, de modo que el hijo de Piotr se convirtió en Piotrowicz y el hijo de Szymon en Szymański.

¿Qué podemos aprender sobre los ancestros de los polacos al observar sus apellidos?

En muchos casos, su profesión u ocupación (Kowal – Herrero), características físicas, lugar de residencia o nacimiento. Pero hay también apellidos derivados de objetos cotidianos, plantas o animales. Sucede así porque los apodos a menudo no solo servían para distinguir a una persona, sino que podían ser un comentario sobre su físico, comportamiento o algún rasgo de carácter. Por lo tanto, el individuo con un cuerpo grande y al mismo tiempo muy fuerte se llamaba Byk (Toro), Niedźwiedź (Oso) o Zwierz (Animal).

Curiosamente, en el pasado se usaban diversas formas de apellidos de mujeres e hijas, ligeramente diferentes de los nombres de sus esposos o padres. La esposa de Nowak se llamaba Nowakowa, su hija Nowakówna. La esposa de Skarga se llamaba Skarżyna y su hija Skarżanka. En la actualidad, no se considera que dichas formas sean el apellido propio y los documentos legales siempre incluyen el apellido en su forma inalterada. Las excepciones siguen siendo los apellidos que terminan en: -dzki, -cki, -ski que en forma femenina se convierten en –dzka, -cka y -ska. Por ejemplo la esposa o hija de Lewandowski se llama Lewandowska. Vale la pena recordar esta característica, porque es el caso de hasta el 35% de todos los apellidos polacos.

El sufijo -ski es característico de los apellidos tradicionalmente asociados con el lugar de residencia o nacimiento. Con el tiempo, comenzó a añadirse a otras bases, principalmente para enfatizar la nobleza del apellido y, por lo tanto, del portador. En los siglos pasados tales apellidos fueron socialmente considerados “mejores”.

¿Y hoy?

El apellido más común es Nowak (“nuevo”, “recién llegado”), seguido por Kowalski (“proveniente de Kowale”) y Wiśniewski (“proveniente de Wiśniewa”). Por lo general, se toma el apellido del padre, mientras que la mujer al casarse suele tomar el apellido del esposo (aunque la ley polaca también permite que sea al revés). Hoy en día muchas mujeres mantienen sus apellidos, especialmente aquellas que bajo su apellido de soltera tienen logros profesionales, científicos o artísticos. Cada vez más, los cónyuges toman apellidos dobles.